Pekín, la inmensa capital del más papuloso Imperio del mundo, que desde hace miles de años se yergue al par de Roma, desafiando al tiempo, se sumergía en la profundidad de las tinieblas. Las cúpulas inmensas de escamas azules y dorados reflejos de los gigantescos templos budistas; los tejados amarillos de los derruidos palacios de la corte imperial; los mil adornos de porcelana del templo del espíritu marino que encierra las tres encarnaciones del filósofo. Laotsz; los sencillos mármoles del templo del cielo; las verdes tejas de la Filosofía; el extenso bosque de obeliscos antenas, ostentando monstruosos dragones dorados; los arqueados aleros, también dorados, de las enormes murallas flanqueadas de torres de la ciudadela imperial, se perdían entre las brumas de la tarde.
- Editorial Porrúa #535
- Colección "Sepan Cuantos"
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