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Capítulos que se le Olvidaron a Cervantes

Q80.00

 Muerto Montalvo, volvió a la luz con la publicación póstuma de su Ensayo de Imitación de un Libro Inimitable. Y es este el lugar de hablar, si bien brevemente, de sus singulares Capítulos que se le Olvidaron a Cervantes. Daríasele del sandio, daríasele al atrevido, a quien, después Montalvo explica la intención de su obra. Lo esencial, dicho queda, a lo grande, por Montalvo mismo, con esa su orgullosa modestia con que magníficamente se acusa, se excusa, se exalta y por fin se decide. La obra ni el propósito había menester defensa alguna. Pero este singularísimo Buscapié, como llama el autor a su Introducción, vino a constituir el más gallardo y superabundante cortejo de razones y elegantes discreteos con que se haya justificado un libro que por sí solo se bastaba. Todo le llevaba a ella. "Ensayo o estudio de la lengua castellana", dice él mismo, No es desde luego sistemática reconstrucción del habla de Cervantes, ni cuidadoso y sapiente empleo de solo palabras y giros de la época. Donde otro hubiera emprendido obra retrospectiva de gramático o de purista arcaizante, Montalvo se mueve con el señorío y libertad de quien se halla en su elemento, hablando se lengua nativa. Montalvo hizo del Quijote se escuela asidua. Lo supo casi de memoria, desde temprano. No necesitó releerlo para nutrirse de él, en su "soledad sin libros". Lo llevó al destierro, no consigo, en sí ¿Quién mejor que Cervantes para consejero de su adversidad? Pero Montalvo, más que cervantista, fue quijotista. Lo esencial en la Obra de Don Quijote es la admirable interpretación y prolongación natural de Don Quijote y Sancho, por donde el interés de su lectura es universal. Así lo entendió el autor, quien, según se sabe por confidencias del mismo a un amigo, había quitado de los Capítulos, años después de escritos, buen número de fisonomías transparentes y de personalidades alusivas, borrando, enmendando, cambiando nombres, perdonando. Y cuando dice: "Hemos escrito un Quijote para la América española, y de ningún modo para España", entendiéndose que lo dice por modestia por escrúpulo que habría calmado en él la acogida que reservan a su intento españoles como Valera, Núñez de Arce y otros. Pero la verdad, nada tiene, ni en los personajes, ni en el ambiente, ni en el paisaje, de peculiar a la América. A lo más, así como Flaubert veía en las páginas del Quijote "los caminos españoles", a pesar de que en ninguna parte están ahí descritos, así puede el lector sentir o circular aquí, en tal cual escena, un airecillo de sierra ecuatoriana. Es lástima quizá que Montalvo no haya pensado de veras darnos el don Quijote de América o por lo menos el Tartarín de los Andes. En cambio, su don Quijote de la Mancha redivivo. De apuestas dos prototípicas encarnaciones: la de don Juan y la de Don Quijote, de temple viril no tan contradictorio como parece, cuadraba más, ala generosa combativa naturaleza de Montalvo, la del desfacedor de agravios. Con ambas soñó alternativamente su romanticismo, Pero Montalvo, tenía indiscutiblemente más de don Quijote que de don Juan. "El que no tiene algo de don Quijote, no merece el aprecio ni el cariño de sus semejantes", decía él mismo

  • Editorial Porrúa #208
  • Colección "Sepan Cuantos" 
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